El acompañamiento de a pie

  • Fuente: Yo Sí Sanidad Universal

Partíamos de un escenario descabezado y prácticamente sin margen de actuación, y de repente, tenemos algo que decir y hacer. El acompañamiento hace de palanca entre dos mundos separados por una membrana que al final es más permeable de lo que parecía. La comunicación entre pacientes y profesionales se articula gracias a un firme convencimiento.

Para nuestra alegría, se puede decir que, en estos primeros pasos, el acompañamiento funciona. No sin esfuerzos, ni múltiples idas y venidas por parte de quienes necesitan atención y/o acompañan, ni sin los consiguientes quiebros burocráticos del personal sanitario. Gracias a un valiente compromiso de unas y otros, gran parte de los casos están encontrando el hueco por el que deslizarse hasta una salida relativamente satisfactoria.

Aunque no siempre, claro. Las dificultades van saliendo al paso, y dependen a veces de idiosincrasias objetivas (como el borrado de datos del sistema informático de un centro determinado), y otras más intangibles (el temperamento de quien nos atiende). Pero las soluciones también surgen, adaptándose y remodelándose localmente para construir un escenario heterogéneo y mutante.

Teniendo en cuenta que la base de partida era bien cruda (más de 150.000 personas se quedaron sin atención sanitaria), podemos decir que el panorama tiene sus laberintos, escondrijos y callejones. Pero también sus pasajes. Porque a pesar de que el trabajo sea reiterativo e incluso metódico, juega con la creatividad del momento. Al fin y al cabo, y salvo excepciones en las que la informática parece cobrar vida, las piezas de este puzzle somos personas, y siempre puede haber alguien al otro lado.

Rompiendo el hielo

Antes de que cunda el desánimo ante la escasa demanda de personas que necesitan atención médica y no solicitan apoyo, hay que tener en cuenta ciertos factores. Uno, que la población migrante sin permiso de residencia (principal sector excluido de la sanidad pública, de momento) suele cumplir el ya vociferado clásico según el cual, en general, es población joven y sana (solo el 5% del gasto sanitario en España es absorbido por la inmigración1); otro, que dado que el acoso institucional es omnipresente, en ocasiones se asumen las prácticas xenófobas como una normalidad para sobrellevar el día a día; y finalmente, que en general, no solemos pedir ayuda a quien no conocemos de nada para un tema tan delicado como nuestra salud. Y aunque tratar de explicar las motivaciones de cualquier persona, se compartan o no culturas, es dar brochazos sobre un cuadro lleno de matices, la influencia de estos factores podría hacer que el arranque de un grupo de acompañamiento consista en un puñado de casos (que además pueden ser muy urgentes).

Para franquear esta primera línea de obstáculos y animar a la gente a ejercer su derecho a la atención sanitaria hay que, simple y llanamente, ponerse a ello2. El boca a boca y el trabajo de calle, respaldado por una estrategia de comunicación inteligente en el que el rastreo de lugares comunes para migrantes y autóctonos es clave, acaba por calar y difundirse.

Así, muchas personas que en un principio hubieran asumido la negativa en el centro de salud como definitiva, se animan a buscar un apoyo porque saben que puede funcionar y se sienten seguras para hacerlo. Por muy jóvenes y sanos que seamos, las gripes, las gastroenteritis, los dolores de espalda, son bastante frecuentes. Si por el contrario los primeros casos con los que nos topamos son muy agudos (operaciones y pruebas para enfermedades graves), entonces toca pensar, poner en común y mover contactos para tratar de resolver la situación crítica tal y como se suele hacer en otras ocasiones. El ponerse a ello no es muy revelador, pero es el camino.

Creciendo

En grupos de acompañamiento más maduros que además sean cercanos a entornos de vecinos sin tarjeta, puede darse el caso contrario. Por pulsos, podemos no dar abasto. Durante los acompañamientos es fundamental trabajar la comunicación y la confianza, de forma que una vez rota la barrera del acceso a mi médico o médica, haya una autonomía suficiente como para no necesitar ese acompañamiento ya que sabemos cómo hacerlo.

Igual que abogamos por la vía más normalizada posible para obtener una correcta atención médica, aspiramos a conocer bien nuestros derechos y armas estratégicas, y las ejerzamos siempre que podamos, contribuyendo además a extender las prácticas.

Puede darse, por ejemplo, que personas que ya han sido acompañadas, acudan al médico solas o incluso acompañen a otras. Recordemos que un grupo de acompañamiento puede estar conformado por gente sin tarjeta, tan sólo se necesita el manejo de las herramientas adecuadas. E incluso a veces hemos comprobado que no hemos inventado nada. Ya había personas yendo con sus paisanos al médico tratando de esquivar los impedimentos.

Pero claro, esa no suele ser la tónica y normalmente el acompañar suele ser necesario durante gran parte del recorrido o incluso durante todo el tiempo. Además el proceso es exigente en cuanto a tiempos. Hay que lograr que el/la profesional que nos corresponde nos atienda (para lo cual es fundamental conocer cómo respira tu centro de salud3) y ajustarse a las necesidades físicas y anímicas de quien necesita atención. Y luego están los plazos administrativos. La paciencia y la buena coordinación interna de los grupos son imprescindibles para no sobrecargarnos y conseguir operatividad.

Usos y abusos del dichoso decreto

El RDL 16/2012 de por sí es un auténtico atentado contra el derecho a la salud. Y ni siquiera se cumplen sus raquíticas condiciones. Bien es verdad que el gobierno ha manejado la situación desde el caos y la confusión con toda la intención, y esto se ha materializado muchas veces en arbitrariedades que han desembocado en atrocidades. Que además son ilegales. En algunos centros no se ha atendido a mujeres embarazadas o se les ha negado a menores la obtención de la tarjeta sanitaria. También ha habido cancelaciones de cirugías que estaban programadas desde antes de la entrada en vigor del decreto, o impedimentos para que un paciente con diabetes (con diagnóstico previo al 31 de agosto de 2012) siga siendo atendido con normalidad en su centro. Para estos casos, se recomienda paciencia, buenas maneras y firmeza. Con la ley en la mano no hay negativa posible. Y si la hay, que sea por escrito, por favor.

Este desbarajuste controlado ha dado margen para que, por un lado, se pudieran echar balones fuera en algunos casos, y para que quienes, como profesionales sanitarios con ánimo de seguir atendiendo, no supieran cómo hacerlo. O incluso pensaran que es algo totalmente imposible4. Ahí es donde el acompañamiento entra y despliega estabilidad a baja intensidad. De repente, profesionales y pacientes sabe cómo hacer para atender y ser atendidos. Estos puntos de agarre ayudan a devolver a tierra un globo enorme que se nos había escapado. Y a partir de ahí, conscientes, sabemos por dónde continuar porque retomamos parte del control.

Partíamos de un escenario descabezado y prácticamente sin margen de actuación, y de repente, tenemos algo que decir y hacer. El acompañamiento hace de palanca entre dos mundos separados por una membrana que al final es más permeable de lo que parecía. La comunicación entre pacientes y profesionales se articula gracias a un firme convencimiento. El de que la salud es nuestra. Y no sólo eso, sino que en la vorágine mediática actual en la que se nos despista, tomamos conciencia de lo que pasa. Cada centro de salud es un pequeño cosmos en el cual vamos haciendo nuestra biblioteca de experiencias. El material real de lo que está pasando.

La cotidianidad

Aparte de las veces en las que se puede ir con la ley por delante para lograr la asistencia, el resto del tiempo jugamos con el RD en contra. Pero a favor está el deseo de objetar y desobedecer. Cada grupo de acompañamiento se enfrenta a vicisitudes varias: que en un centro se estén o no aplicando unas instrucciones determinadas, que la dirección del centro sea o no proclive a la desobediencia y objeción, que el sistema informático admita o no hacer un tipo de recetas en un momento dado. Y un sinfín de variopintas particularidades que dibujan un terreno pantanoso donde hay que aprender dónde pisar.

En general, una vez que se empieza a trabajar en un centro de salud, se abren veredas sobre las que es más fácil volver a pasar. Y de hecho hay casos donde los obstáculos son escasos y se resuelven sin complicaciones. Pero de nuevo, cuando se comienza hay que estar preparada para, machete en mano, aclarar la maleza. Esto suele implicar interminables trámites, visitas en diferentes franjas horarias y llamar a toda una variedad de puertas. En resumen, un estruje de sesos constante acompañado de un estrés que se recomienda compartir con compañeros, sin duda, una de las grandes fortalezas de ser grupo y red de grupos.

Los mayores escollos son la obtención de medicamentos y la facturación. Precisamente los procesos en los que la solución no pasa por una persona, sino por una directriz administrativa. Muchos enfermos crónicos viven con angustia esta situación en la que dependen de una medicación constante cuyo coste no se pueden permitir. Para estos casos, se han encontrado vías dentro del propio sistema de salud que resuelven la situación5. Otras tantas veces y en casos más puntuales, médicos y médicas no saben cómo emitir recetas, y aunque de momento no se ha encontrado una solución generalizada, se puede contar con un efecto sorpresa favorable. Dispensarios y almacenes solidarios también ayudan para salvar determinados momentos críticos. El caso de la facturación es más enrevesado y conviene ir con cautela. Se recomienda ir adelantando el tema con los profesionales, si se considera que se dan las condiciones adecuadas para ello. En todo caso, tenerlo en mente y estudiar opciones. Es mucho más difícil resolver una facturación ya firmada, que ver si hay una negociación (o atajo) posible.

Miedos, fuerzas y perspectivas

No es fácil plantarse ante nadie para reclamar algo, por muy justo que creas que es. Pero arropa mucho entrar en el centro de salud y ver las paredes llenas de carteles y mensajes clamando por una sanidad pública. En este momento actual existen sinergias y movimientos hermanos (casi en el sentido estricto puesto que nacen del mismo lugar) que confluyen en el mismo modo de hacer. Ya sea en la farmacia, ya sea en la consulta. No todo el mundo quiere objetar y desobedecer, pero mucha gente lo practica y eso sin duda impulsa y sosiega nuestro momento de inseguridad. No caminamos en solitario y tenemos el poder de conectarnos.

No es fácil comunicarte con alguien a quien probablemente apenas conoces. Ni tampoco es fácil conseguir ese reconocimiento mutuo, acompañante y acompañado, en una sola identidad desobediente, sobre todo porque el encuentro se da en una situación puntual de asimetría. Pero la confianza se puede trabajar, así como la perspectiva de esa situación aguda en el que nuestras vidas se cruzan. Alejar el zoom de mi problema, para poder ver nuestro problema. Sería enriquecedor invitar e incitar al debate, crear espacios de discusión y de encuentro de lo que está ocurriendo. Por supuesto que la salud genera situaciones delicadas que hay que cuidar, y muchas veces se antepone el bienestar. Además que la saturación a veces nos impide involucrarnos más aún, pero sería bueno no perder de vista que hay un territorio posible a explorar.

Y la gran dificultad y cuestionamiento, si vamos solucionando los problemas a pequeña escala ¿estamos ejerciendo un efecto tamponador, mitigando los efectos de la reforma? ¿estamos invisibilizando una ley absurda? ¿tumbaremos algún día el decretazo sanitario? Ante estas grandes preguntas hay que concebir el acompañamiento, no como fenómeno aislado, sino como parte de un todo. La parte operante de a pie. Y sabe caminar gracias a una reflexión y estudio de la situación, diseñada espontáneamente por toda una variedad de personas que apostamos por algo distinto. No nos quedamos en la ayuda en el centro de salud, sino que se aspira a generar una continuidad, que aunque no sea ordenada, sí puede conectarnos en esta geografía urbana donde a veces resulta difícil ubicarse. El estrago social no puede sumirnos en un marasmo y necesitamos replantearnos nuestras opciones. Cómo queremos vivir. El acompañamiento no tiene sentido si no es para crecer, para fortalecer una conciencia común, para activar una propuesta. Tal vez ejerzamos de tiralíneas con las que se trace el andamiaje que un día, finalmente, izará su estructura y haga saltar el RDL 16/2012 por los aires. Quién sabe si a cámara lenta.



  1. Moreno Fuentes y Bruquetas Callejo. 2011. Inmigración y Estado de bienestar en España. Estudios Sociales de la Fundación La Caixa, Vol 31. 

  2. Ver Manual para grupos de acompañamiento 

  3. Manual Grupos de Acompañamiento: 1a. Tanteo 

  4. Recordemos que las estrategias recomendadas se basan en un conocimiento íntimo del funcionamiento interno de los centros de salud y especializada, y en su propuesta han colaborado profesionales de todas las áreas. 

  5. Manual de Grupos de Acompañamiento: 2e. Medicación. 

Yo Sí Sanidad Universal